Oraciones

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Oraciones

Ven espíritu santo llena los corazones de tus fieles, y enciende en ellos el fuego de tu amor

Envía señor tu espíritu para darnos nueva vida

Y renovaras la faz de la tierra

Dios, que iluminaste los corazones de tus fieles con las luces del espíritu Santo, danos gustar de todo lo recto y bueno según el mismo espíritu, y gozar para siempre de tus consuelos

Por Jesucristo nuestro señor, amén.

Señor Jesús, así como Tu llamaste los primeros discípulos para hacerles pescadores de hombres, haz que Tu sublime invitación continúe resonando: ¡Vengan a Mi, síganme!

Da a los jóvenes, hombres y mujeres, la gracia de responder prontamente a la llamada. Apoya a tus obispos, sacerdotes y a los consagrados en su trabajo apostólico.

Concede perseverancia a nuestros seminaristas y a todos aquellos que llevan hacia adelante los ideales de una vida totalmente consagrada a Tu servicio.

Despierta en nuestra comunidad un entusiasmo misionero. Señor, ENVÍA TRABAJADORES A TU COSECHA y no permitas que la humanidad se pierda por escasez de pastores, misioneros y gente dedicada a la causa de Tu Evangelio.

Virgen María, Madre de la Iglesia, modelo de toda vocación, ayúdanos a decir Sí, al Señor que nos llama a cooperar en el plan divino de salvación.

Amén.

Inmaculada Virgen María
Madre de Dios y Madre nuestra
Señora del Buen Viaje
Protege a tus hijos en el viaje
de esta vida a la Patria eterna.
Ayúdanos a ser fieles
Tú, que fuiste la siempre fiel.
Intercede por nosotros
para que no retrocedamos nunca
ante los inconvenientes del camino.
Enséñanos a ser discípulos de tu hijo
en la humildad, en la pobreza,
y en el abandono a la Voluntad del Padre.
Nuestra Señora del Buen Viaje
patrona de la Diócesis de Morón,
ayúdanos a que como pueblo de Dios
sintiéndonos Iglesia,
podamos caminar confiados
al encuentro del Padre.
Amen.

Glorioso San Cayetano, aclamado por todos los pueblos padre de providencia porque socorres con grandes milagros a cuantos te invocan en sus necesidades: acudo a tu altar, suplicando que presentes al Señor los deseos que confiadamente deposito en tus manos.

(Aquí se expresan las gracias que se desea obtener)

Haz que estas gracias, que ahora te pido, me ayuden a buscar siempre el Reino de Dios y su Justicia, sabiendo que Dios (que viste de hermosura las flores del campo y alimenta con largueza las aves del cielo) me dará las demás cosas por añadidura. Amén.

"Acuérdate, Nuestra Señora del Sagrado Corazón,
de las maravillas que el Señor hizo en ti:
Te eligió por madre y te quiso junto a su cruz.
Hoy te hace compartir su gloria y escucha tus súplicas.
Ofrécele nuestras alabanzas y nuestra acción de gracias.
Preséntale nuestras peticiones.

Haznos vivir, como tú, en el amor de tu Hijo,
para que venga a nosotros su reino.
Conduce a todos los hombres
a la fuente de agua viva que brota de su Corazón,
derramando sobre el mundo
la esperanza y la salvación, la justicia y la paz.
Mira nuestra confianza, atiende nuestra súplica
y muéstrate siempre Madre nuestra. Amén"

«Que el camino salga a tu encuentro.

Que el viento siempre esté detrás de ti y la lluvia caiga suave sobre tus campos. Y hasta que volvamos a encontrar, que Dios te sostenga suavemente sobre la palma de su mano.

Recuerda siempre olvidar las cosas que te entristecieron, pero nunca olvides recordar aquellos que te alegraron.

Recuerda siempre olvidar a los amigos que resultaron falsos, pero nunca olvides recordar a aquellos que permanecieron fieles.

Recuerda siempre olvidar los problemas que ya pasaron, pero nunca olvides recordar las bendiciones de cada día.

Que siempre tengas palabras cálidas en un anochecer de luna llena en una noche oscura, y que el camino siempre se abra a tu puerta. Que el Señor te guarde en la palma de su mano, y no apriete mucho su puño.

Que Dios esté contigo y te bendiga, que veas a los hijos de tus hijos, que el infortunio te sea breve y te deje rico en bendiciones».

Querido San José de Cupertino,
purifica mi corazón,
transfórmalo y hazlo semejante al tuyo,
infunde en mí tu fervor,
tu inmensa sabiduría y tu fe.
Muestra tu bondad ayudándome
y yo me esforzaré en imitar tus virtudes.
Amable protector mío,
querido san José de Cupertino,
el estudio frecuentemente me resulta difícil,
pesado, duro y aburrido.

Tú puedes hacérmelo fácil y agradable
y puedes ayudarme en los exámenes
dándome concentración y serenidad.
Esperas solamente mi llamada.
Yo te prometo un mayor esfuerzo en mis estudios y una vida más digna de tu santidad.
Amén.

Señor, haz de mí un instrumento de tu paz:
donde haya odio, ponga yo amor,
donde haya ofensa, ponga yo perdón,
donde haya discordia, ponga yo unión,
donde haya error, ponga yo verdad,
donde haya duda, ponga yo la fe,
donde haya desesperación, ponga yo esperanza,
donde haya tinieblas, ponga yo luz,
donde haya tristeza, ponga yo alegría.

Oh Maestro, que no busque yo tanto
ser consolado como consolar,
ser comprendido como comprender,
ser amado como amar.
Porque dando se recibe,
olvidando se encuentra,
perdonando se es perdonado,
y muriendo se resucita a la vida eterna.
AMÉN

Alma de Cristo, santifícame.
Cuerpo de Cristo, sálvame.
Sangre de Cristo, embriágame.
Agua del costado de Cristo, lávame.
Pasión de Cristo, confórtame.
¡Oh, buen Jesús!, óyeme.
Dentro de tus llagas, escóndeme.
No permitas que me aparte de Ti.
Del maligno enemigo, defiéndeme.
En la hora de mi muerte, llámame.
Y mándame ir a Ti.
Para que con tus santos te alabe.
Por los siglos de los siglos. Amén.

Bendita sea tu pureza
y eternamente lo sea,
pues todo un Dios se recrea
en tan graciosa belleza.
A ti, celestial princesa,
Virgen sagrada María,
yo te ofrezco en este día
alma, vida y corazón,
mírame con compasión,
no me dejes, Madre mía
Amén

Nada te turbe,
Nada te espante,
Todo se pasa,
Dios no se muda,

La paciencia
Todo lo alcanza;
Quien a Dios tiene
Nada le falta:
Sólo Dios basta.

Eleva el pensamiento,
al cielo sube,
por nada te acongojes,
Nada te turbe.

A Jesucristo sigue
con pecho grande,
y, venga lo que venga,
Nada te espante.

¿Ves la gloria del mundo?
Es gloria vana;
nada tiene de estable,
Todo se pasa.

Aspira a lo celeste,
que siempre dura;
fiel y rico en promesas,
Dios no se muda.

Ámala cual merece
Bondad inmensa;
pero no hay amor fino
Sin la paciencia.

Confianza y fe viva
mantenga el alma,
que quien cree y espera
Todo lo alcanza.

Del infierno acosado
aunque se viere,
burlará sus furores
Quien a Dios tiene.

Vénganle desamparos,
cruces, desgracias;
siendo Dios su tesoro,
Nada le falta.

Id, pues, bienes del mundo;
id, dichas vanas,
aunque todo lo pierda,
Sólo Dios basta.

Santa Teresa de Ávila

¡Enamórate!
Nada puede importar más que encontrar a Dios.
Es decir, enamorarse de Él
de una manera definitiva y absoluta.
Aquello de lo que te enamoras atrapa tu imaginación,
y acaba por ir dejando su huella en todo.
Será lo que decida qué es
lo que te saca de la cama en la mañana,
qué haces con tus atardeceres,
en qué empleas tus fines de semana,
lo que lees, lo que conoces,
lo que rompe tu corazón,
y lo que te sobrecoge de alegría y gratitud.
¡Enamórate! ¡Permanece en el amor!
Todo será de otra manera.
Pedro Arrupe, SJ.

¡Tarde te amé,
hermosura tan antigua y tan nueva,
tarde te amé!
Tú estabas dentro de mí, y yo fuera,
y por fuera te buscaba, y deforme como era
me lanzaba sobre las cosas hermosas por Ti creadas.
Tú estabas conmigo,
y yo no estaba contigo.
Me retenían lejos de Ti todas las cosas,
aunque, si no estuviesen en Ti, nada serían.
Llamaste y clamaste,
y rompiste mi sordera.
Brillaste y resplandeciste,
y pusiste en fuga mi ceguera.
Exhalaste tu perfume,
y respiré,
y suspiro por Ti.
Gusté de Ti,
y siento hambre y sed.
Me tocaste,
y me abrazó tu paz.
San Agustín